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Monseñor Ramírez comenta al Padre Naval el amor incondicional de Cristo, que quiso quedarse en el Sagrario como un prisionero, comparando su encierro con una de las obras más célebres del escritor francés Víctor Hugo.

Santa Margarita María, 16 de Octubre de 1993

Querido padre Tomás:

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“Yo soy el Pan vivo bajado del Cielo”

La obra “Los Miserables” de Víctor Hugo tiene un mensaje de mucha actualidad. Trata de un pobre carpintero sin trabajo. Su crimen: haber robado un pedazo de pan para alimentar a sus hijos hambrientos. Su sentencia: cinco años de prisión. Al pretender escapar, es capturado para servir a la cruel justicia del gobierno por quince años más. En la prisión es olvidado y abandonado por los suyos.

¿No podría ser ésta la historia de Jesús en el Santísimo Sacramento?

Para alimentar espiritualmente a los hambrientos hijos de su Padre, Jesús se convierte en el Pan vivo bajado del cielo. Este es su “crimen”. Él no es retribuido con agradecimiento y adoración. Es castigado poniéndolo en la prisión del Sagrario. Ahí, en el calabozo es olvidado y abandonado por los suyos. Nos avergonzamos y no lo exponemos. Por estar demasiado ocupados, no lo honramos. La custodia es su trono de donde Él quiere liberarse para reinar como Rey del Amor. Pero, por el contrario, se le encierra y se le trata como aquel criminal de “Los Miserables”.

El Prisionero de Amor

Jesús se describe a Sí mismo como un “prisionero de Amor”. No hay exageración en lo que te digo. Todo esto es lo que Jesús mismo le reveló a Santa Margarita María. Ella estaba orando cuando Él se le apareció en el Santísimo Sacramento y le dijo: “He aquí este Corazón que ama tanto y, a cambio, es tan poco amado”.

Le explicó que la corona de espinas alrededor de su Corazón es un símbolo del dolor que sufre por la ingratitud e indiferencia de sus sacerdotes y de su pueblo a su Amor en el Santísimo Sacramento. Luego, Jesús le manifestó que Él sufría por esta indiferencia e ingratitud más de lo que sufrió durante su Pasión.

Por esta razón Jesús nos llama a cada uno diciéndonos: “Tengo sed, una ardiente sed de ser amado por ustedes en el Santísimo Sacramento”.

El Santísimo Sacramento es el Sagrado Corazón de Jesús en medio de nosotros. Hoy Él llora como lloró por Jerusalén. ¡Cuánto desea Él reunir a cada uno de nosotros en su Corazón, así como la gallina reúne a sus polluelos debajo de sus alas!

Cambia su llanto en una sonrisa. Establece la adoración perpetua en tu parroquia y cambiarás las espinas de su Corazón en muchas flores de consuelo. Cada hora santa reparará toda la indiferencia e ingratitud del mundo. ¡Qué gracia tan grande!

Fraternalmente tuyo en su Amor Eucarístico,


Mons. Josefino Ramírez